Antes de entrar en el debate del comercio justo, sus implicaciones y consecuencias, es interesante tener en cuenta qué es comercio justo y cómo surge.
El comercio justo es un movimiento que surge en torno a los años 50, existen ya otros indicios tanto de carácter religioso como laico en Estados Unidos y también en Europa, pero es a manos de la Iglesia Católica donde comienza a conocerse por el nombre de «comercio justo», que posteriormente comentaremos esta terminología, a este movimiento, identificándose claramente en la década de los 80 a raíz de el gran crecimiento que experimenta.
El padre fundador del comercio justo es el religioso holandés Francisco Vanderhoff promoviendo no las ayudas directas con alimentos y tan relacionada con la caridad y la mendicidad sino promover un modelo más eficaz donde el campesinado pueda sentirse orgulloso de su trabajo en un contexto de mercado seguro para el productor.
Antes de entrar en profundidad en el comercio justo es interesante hacer referencia a la terminología utilizada. Comercio Justo es una traducción del inglés Fair trade o del francés Commerce équitable. Gracias a estos términos y junto a sus principios se puede comprender mejor a qué hace referencia la definición de «Comercio Justo», un comercio responsable, sostenible y una trato menos predador del mercado internacional.
Los pequeños agricultores forman cooperativas de forma voluntaria y democrática, rechazando los subsidios y ayudas asistenciales, de ahí su definición como «Comercio». Rechazo de la explotación infantil e igualdad entre hombres y mujeres bajo el amparo de los Derechos Humanos. Además, existe un precio mínimo permitiendo a los productores condiciones de vida dignas, evitando en lo posible intermediarios y haciendo una producción de calidad, sostenible y cuidando el medio ambiente. Por ende, los productores en países en desarrollo perciben una retribución mayor que no se pierde en los canales de comercialización permitiendo romper el círculo de la pobreza.
Como nos informaba Oxfam existen tres millones de campesinos que trabajan el café, asociado a estas producciones su incidencia es mayor, pero sólo alrededor de 1% está siendo beneficiado por el comercio justo. En el caso del café, pero también en otros casos como el algodón o el cacao, Oxfam realiza una doble labor por un lado equilibrando el mercado hacia un comercio más equitativo sobre todo hacia el productor y permitiendo rentabilizar aumentando la producción y el desarrollo de la tecnología en las explotaciones; pero también realizando una tarea de desarrollo más cualitativo de las zonas más desfavorecidas a través de la educación, la mejora de las condiciones de vida, infraestructuras, etc.
Aunque su labor es innegable, existe controversia ante este tipo de prácticas y también en su puesta en marcha. Una de ellas es el perjuicio que supone a todos aquellos productores autóctonos que no pueden competir a régimen de igualdad contra estos establecimientos, recordando que en el caso del café sólo un 1% del total está suscrito a esta certificación.
Otra y también muy notable, es el movimiento de grandes capitales sin preparación suficiente. Al aumentar el nivel de exportaciones y recaudación los productores consiguen volúmenes de capital considerable que puede evocar a situaciones de corrupción, desequilibrio en la repartición del capital o empoderamiento sólo de algunas clases.
Es considerable la ligera distorsión que se produce manteniendo pequeños minifundios con rentabilidades y tasas productivas muy bajas a través del sello de comercio justo, que en condiciones normales de mercado, no saldría rentable cultivar esa tierra por algunos productores, éstos dejarían sus tierras permitiendo movilizaciones demográficas a las ciudades e incrementando el tamaño de las parcelas y su rentabilidad.
Una realidad con gran calado, en el caso del café es el blanqueo de capitales de la droga, las armas y otras actividades con el café, donde se debería controlar también a los compradores.
Y finalmente, la dependencia de las explotaciones en desarrollo de la regulación a través de ONGs en las economías a pequeña escala sin un claro rumbo hacia el desacoplamiento de dicha interacción entre productores y ONGs.
Aunque existen multitud de pros y contras y una amplia discusión frente a este tema, debe estudiarse cada caso en concreto buscando las mejores soluciones a fin de encontrar políticas mixtas que contribuyan al verdadero avance permitiendo a los países de destino poder realizar sus actividades económicas y sociales sin el papel permanente de organismos que regulen sus mercados y la vida socio-política de las zonas en desarrollo.