Colgué el teléfono, y todo siguió como siempre, me paré y lo pensé por un segundo, apagué la luz y me quedé bloqueado, en la oscuridad, parado y pensando…
A tientas busqué el pomo de la puerta; sabía que nadie vendría a consolarme, sabía que… antes o después llegaría el momento de enfrentarse a la realidad, que no era una broma, que lo que pasaba era cierto, que no había ningún hasta luego, esto era un adiós.
Me senté en la cama, miré al techo por mirar algo, tenía mis ojos abiertos, mi mente lúcida y despierta pero mi cuerpo con una extraña sensación.
Volví en mí tras mucho tiempo con una pregunta en mi cabeza, ¿Y ahora qué?, ¿Qué puedo hacer yo ahora?, la respuesta era rotundamente clara, nada, y nada era lo que sentía por dentro, ningún sentimiento, me había colapsado tanto, mi nivel de estrés era tan alto, tenía tantas cosas por hacer, había dormido tan poco… que mis sentimientos fueron nulos, no hubo ni rabia ni miedo, ni pena ni dolor, había sido el fin, un fin de tantos, un fin de una historia que yo escribía, que aún sigo escribiendo…
Me levanté, ordené mis cosas, apagué la luz de mi cuarto y dije adiós a mi mundo diciendo casi más mentalmente que con los labios.
Mañana será otro día.