¡Qué dura es la realidad cuando todo los pilares de tu mundo caen!, donde el Dios en quien creías no es tan inmortal como podía parecer en un principio, donde tus padres y tus mayores no son ni tan poderosos ni tan sabios como parecían, donde las mentiras que adornaban tu mundo se desvanecen y muestran la realidad como es, humana, pragmática, sin adornos, es cruda como la carne sin hacer.
Pero aprendes a volar, a caer, a buscar la felicidad en todos esos sin sabores y la belleza en la inmundicia del mundo, a creer también, pero ni en un corazón, ni en su profunda fantasía, sabiendo que no despertarás, que esto no es un sueño. Quizá mudo, quizá absorto pero no de rodillas, como se adora a Dios ante su altar, será un desengaño, eso, nada más.
Sólo hay algo que permanece allí, en tu vida, siempre, como atado a ti, como enlazado a tu alma, es el amor. Ha cambiado de ropa, ha crecido, ha envejecido contigo y madurado, viene contigo a ese mundo, donde ahora las cosas tienen consecuencias, donde ves los dientes a los lobos con piel de cordero, donde las abuelitas cocinan galletas y tienen vida nocturna y llegan esos años en los que te sientes desbocado y no bajas a jugar buscas otro tipo de juego.
Ahora toca la parte más difícil, aceptar el mundo tal como es, aceptarte tal como eres en el mundo, o errar eternamente en un abismo donde no encaja ni uno ni otro, ¿Tiempo? ¡Dátelo!, nunca será tarde si la dicha es buena, aunque te llevara la vida entera y en tu última exhalación encontraras la paz de conciliar dos identidades tan notables y verdaderas que se asustan la una a la otra. ¿Qué soy yo en el mundo?, ¿Por qué si yo antes lo veía tan acotado ahora es un abismo al que no puedo ni mirar? ¿Qué ha cambiado?. El mundo no ha cambiado, fuiste tú, se te ha quedado pequeño, puedes volver atrás, a encerrarte en tu antiguo y yacente mundo, creer que el nuevo no estará allí, fuera, acechándote, y nadie podrá protegerte, porque tu yo, también ha muerto con él. Las mariposas si vuelven a su capullo no se transforman en gusano, es una evolución sin retorno, puedes creer que volviendo a tu guarida escaparás, pero jamás será cierta tu ilusión, y tarde o temprano, volverá a ti. Atrás queda el lenguaje que hablaban las crisálidas.