Y hubo tanto ruido que al final llegó el final. Mucho, mucho ruido. Tanto, tanto ruido que al final, por fin, llegó el fin. Una revelación entre tanto ruido. Acallé voces. Dejadme escuchar a aquel que con voz tenue me susurra al oído. Quien siempre estuvo. Aquel que queda al deshojar la flor. Aquel que frente al espejo se presenta desnudo cuando cae la ropa. Aquel que por resultado queda en la resta. Diría Mies, menos es más. Hablaría Pablo d’Ors en su biografía del silencio sobre el poder de la resta, se quedaría Gaudí con la deconstrucción del gótico y sería Pablo Picasso el que sustraería elementos hasta quedarse con el desnudo de la forma más pura. Un fuerte soplido, y solo quedará la casa de ladrillo. Un aire rotundo, violento y enrarecido de pulsión de muerte. Un pulso minimalista borrando lo superfluo, lo banal. Quedando lo de valor, lo que de verdad importa.
las palabras son importantes.
El silencio puede ser tan fuerte e importante como las palabras.
Pero a veces es difícil comprender este silencio, mientras que las palabras son más fáciles de entender