Al olor de mi blanco olivo, siento los murmullos del patio, que a las luces veraniegas aun radiantes, de un tiempo discordante porque no es verano, y con las suaves cantinelas de un día plagado de melodías de la brisa del viento, oigo el cantar de los pájaros, elevo mi mirada y, un bello azul de tono mortecino, que ni azul ni cetrino, es sólo una ilusión, una ilusión de ilusiones, que entonan sus colores, celeste no es azul.
¡Oh! Mi hermoso olivo, antiguos ojos verdes por toda tu corteza, hoy marrones, hoy se secan.
Hoy como compungido, en un letargo te has dormido, y a la sombra, mi corazón deprimido.
A mi derecha aquel pozo, en el que tu reflejo ya no es gozo, tu mirada aparto, de tus palabras ya harto, quédate tu esparto para el artesano que sepa labrarlo, porque yo sé de antemano que eres sólo mal.
Perdición de perdiciones, vuelve a las aguas de reflejos cristalinos, ni matices ni taninos, tan sólo unos cominos de una triste y antigua canción.