Y es en ese momento en el que pones la alarma, y no cuenta ni 4 ni 5 ni 6 horas, que cuenta números bellos como son el 8 ó el 9; y todo huele más dulce, todo es más suave. Te quitas toda la ropa amando cada uno de tus centímetros maravillosos de cuerpo y te tiras a las sábanas como si de dos jodidas nubes se tratara, esperando que nada ni nadie perturbe esa predicción casi profética, casi mensaje de Mesías, y así, sometido a ese encantamiento despierto al día siguiente, siendo testigo de esa hazaña sagrada.