La petite mort

Noches que no me dicen nada, siempre vuelvo con la misma sensación de haber vivido y no lo suficiente, pensando en aquello que hago y que, quizá, no debería, pero… qué más da.

Siempre busco ese momento que me diga que sigo siendo humano, que queda algo de humanidad en mí, que la vida no es monótona ni aburrida.

Llego, ya lo tengo todo muy calculado, cada día es diferente, cada día es igual, es para mí una droga que me hace cerrar los ojos, morderme los labios, morir por segundos, expulsar el corazón por la boca si alguna vez lo había tenido, y seguir, lentamente después de la caída de una montaña rusa. Vivir ese despertar maravilloso, sin nombre, lleno de suspiros expulsando todo el aire de los pulmones, empapado en sudor, empapado en problemas que a los minutos condensarán, se enfriarán, pero puedo disfrutar mientras de esa paz, de esa nube vespertina, sutil, silenciosa quebrada sólo por mi respiración. Todo se viste de blancos vacios, abrazado por la nada me encuentro frente a mí mismo, sin nada más, abismalmente sólo, desnuda el alma, y contemplándome, deslizando lentamente mis miradas sobre mi cuerpo. Me encanta esa sensación. Esa sensación ególatra y narcisista, de sentir cómo se adora con devoción aquello que se quiere, hasta que mi alma, recoge una a una sus vestiduras y se viste de problemas, de experiencias, de amor, mentiras, felicidad, odio, autodestrucción y vanidad; se viste de todas ellas, abre la puerta y sin hacer ruido se marcha, creyendo que no tendrá que volver, que esta vez sí lo ha conseguido. Se va entre mentiras, bellas mentiras, que le harán volver.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.