Nunca jamás

Esta mañana, temprano, me desperté sobre las ocho, sin desayunar ni asearme, me puse el chándal, esa prenda que tanto odio, tomé un par de vasos de agua y salí de casa. Tenía ganas de contentar a mi conciencia que siempre me recordaba que tanto tiempo sentado no era bueno y, que había que hacer ejercicio.
Crucé el portal negro y, había una niebla que no me veía ni la punta de la nariz, bueno, no era yo de los que se achantaba, ni mucho menos y, tampoco estaba dispuesto a tener el run run en la cabeza de la vocecilla de la conciencia; me armé de valor y empecé suavecillo, para ir calentando, me saqué el móvil y lo conecté al típico cablecito que está completamente enmarañado, y siempre te haces la misma pregunta, ¿Pero cómo se lía tanto esto?, una vez desenrollado los pies me habían llevado casi al puente de la Purísima, y comencé a correr un poco, o como lo llaman muchos footing, y poco a poco iba cogiendo ritmo, con la musiquilla que llevaba puesta y el cable ese que me hacía parecer un hombrecillo cibernético.
Tardé lo suyo y con la lengua fuera llegué a mi casa más muerto que vivo, sudando y sucio, me duché, desayuné, y vi la cama, esa cama que te dice con la sábana, ven ven, y claro como podía yo rechazar tan sutil insinuación, con el ejercicio había acallado a Doña conciencia y sin ella de por medio, me eché un rato.
No llevaba mucho tiempo tumbado, o quizá fue a parecer mío, cuando entró un ser a quebrar mi paz, un ser al que llamo madre, a decirme, anda que si, como se nota la dolce vita; se sentó en un asiento de mi caos, lo llamo caos por suavizar, otros designios le proporciona a mi habitáculo ese ser al que llamo madre, cloaca, pocilga y otros eteces. Ninguno de los dos tenía nada que hacer, así que comenzamos a recordar cosas del pasado, que al fin y al cabo son cosas mías, pero lo realmente importante fue el poder hablar con alguien que te entienda, ese ser no distaba tampoco tanto de mi forma de pensar, bueno, con unos añicos más que yo y más camino recorrido, pero parecido, de esas personas que tienes siempre, para un roto y un descosío, para las duras y las maduras, y por supuesto con broncas y peleas, pero siempre con ese toque conciliador, esa dulzura y valgan los términos perullos, que como el amor de una madre no hay otro igual.

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