En una tarde de verano, donde la Luna se oculta, y las playas con sus suaves arenas, mecidas por el viento traen los olores del mar, estaba yo sentado contemplando el horizonte, ya ennegrecido por las últimas luces del ocaso, luces mortecinas de tonos naranjas que pronto tornaron granates hasta purpúreos.
La noche llegó, con ella miles de velitas y una pequeña uña, blanca y tenue, su vago brillo proyectaba un reflejo en aquellas aguas negras, las olas rompían como un débil y lento susurro, cogí un puñado de arena y al pasar cada granito y depositarse de nuevo en su lugar, me hizo comprender el porqué de mi llegada a este lugar, solo, sin nadie más que yo.
A veces, es importante darnos un tiempo, vivimos tan agobiados por los demás, nos dicen tantas veces lo que debemos hacer, que no podemos si quiera escuchar lo que queremos, parece que no hubiera cabida para nuestros pensamientos, que no hubiera hueco para nosotros. Lo mejor es descansar un poco, y buscar un sitio donde seamos nosotros mismos, no hace falta esta playa ni irse a lo más remoto de los confines del mundo, basta con cerrar los ojos, aunque sea en nuestra habitación y descubrirse, empezar a dialogar con uno mismo y mirar a nuestro interior, pues quien no se conoce a sí mismo como pretende conocer a los demás.
Recuerdos Georgius, recuerdos en esa sala de todos los dias,donde nuestros verdaderos anhelos se compartían con sinceridad. Deseo y espero que hayan más G.
Porque como tú mismo me dijistes, no es lo mismo J que G, y la única diferencia sólo la podemos ver si reflexionamos sobre nosotros mismos, sobre lo quienes somos, sobre lo que queremos… ójala G…