Hoy miro las cosas desde otra perspectiva, como un viajero tengo la virtud o el defecto, según se mire, de caer constantemente de bruces contra mis recuerdos, es lo que tiene no vivir en un sitio fijo, todo va contigo y, contigo va todo.
Aquí, entre letras ajenas de cartas y notas de amistades, familia, compañeros, amores he caído en las palabras de quien he querido como a mi vida y que hoy recuerdo con mucha nostalgia, humilde nostalgia. Aún los sentimientos me inundan, me turban confuso pero lo que hace un tiempo me consumía por dentro poco a poco se va convirtiendo en una agradable sensación de cariño de tiempo pasado, quizá es lo que dicen, quédate con lo bueno y olvídate de todo lo demás. No lo niego, es lo mejor, pero, al principio, me era imposible, una sensación de fracaso, de rabia, odio, celos y necesidad que me quemaba por dentro. Me quemaban muchas cosas, el amor es una apuesta muy exigente que cuando pierdes da la sensación de que se lo lleva todo y te quedas con las manos vacías. No es así para nada pero… la sensación es esa, al menos la que sentía yo, un abandono total, de desamparo, y te quedas diciendo ¿Y ahora qué?, ¿Cómo coño continuo yo mi vida sin la persona a la que he querido?, el amor es exigente y el desamor es tan intenso que hace que el amor no sea nada frente a él.
Soy una persona difícil, no lo digo yo, lo dice quien me conoce, nunca lo pensé así, pero al final con los años tendré que darles la razón a todos aquellos que de forma tozuda o de la forma más sutil me lo dejaban caer. También soy una persona extremadamente pasional, ha sido la razón de muchos de mis fracasos, y no lo niego, también ha sido mi estandarte de vida y me ha llevado a conseguir grandes cosas que sin la pasión nunca hubiese conseguido, tengo esa peculiar característica de vivir todo con tal intensidad que parezco un torrente desbocado, como quien diría «eres apasionado como todos los griegos».
También tengo infinidad de cosas malas, y aunque tampoco sea este mi diario de confesiones, lo admito, tengo grandes defectos que me hacen incorregible, me hacen tozudo, molesto, detestable, pedante, no obstante, diré, que no tengo mal corazón, nunca he ido a herir a nadie a sabiendas, aunque haya podido hacerlo. Mis actuaciones cuando cometo errores suelen estar promovidos por una fuerza totalmente irracional, irreflexiva y posesiva por la que me dejo llevar. Tengo mis dos vertientes totalmente opuestas, totalmente antagónicas, pero están conectadas por un único vínculo, mis entrañas, que bajo todos mis pensamientos, son siempre las mismas, las de un niño, sencillo, que mira las cosas sin maldad. Como es evidente, todos tenemos nuestra bestia interior, que desatamos, una naturaleza humana despiadada que nos controla y nos hace obrar de forma equivocada y oscura, que al despertar nos hace pensar «he sido capaz de hacer algo así».
He cometido infinidad de errores, cometo infinidad de errores en mi vida diaria, y no negaré que puede que cometa infinidad de errores en el futuro, he aprendido mucho, cada día son lecciones, son una constante, los errores han sido una perseverante realidad en mi vida, quizá lo sigan siendo, en muchos casos muy dolorosos sin posibilidad de enmendarse, algunos me gustaría no volverlos a repetir jamás, con nadie.
La vida es un cúmulo de experiencias, buenas, malas, dolorosas, sentidas… todas están ahí y forman tu carácter, tu «yo». He tenido una suerte increíblemente benévola de recibir la cal y la arena en un equilibrio inimaginable, o esa ha sido mi percepción siempre, en la oscuridad ver la luz, y en la luz la oscuridad, en la melancolía la alegría, en la ilusión el lado azul y de mis heridas la cura. Siempre he querido ver la bondad en la maldad y viceversa.
Me quedé con ganas al leer tus letras de llamarte, de pedirte que durmiéramos una noche más juntos, que contempláramos las estrellas juntos, que cogieras mi mano en las vías del tren, pero me dije, sé fuerte, esto no está bien para ninguno de los dos, no vale la pena hacerse más daño, varias veces marqué el número pero algo dentro de mí dijo «ninguno de los dos se merece esto, no vayas a cometer una idiotez». Me senté y suspiré.
Esas letras ajenas, propias, prestadas, en cartas, en libros, todas, como el que lleva un trenecito de juguete atado a un cordel, me siguen, allí donde voy, allí donde vivo, allí donde pienso, pero sobre todo allí donde amo.
Y con el amor me gustaría terminar. Se abre un futuro nuevo para mí, incierto, me está costando un trabajo increíble caminar hacía el comienzo de una nueva carrera, de una nueva vida, no sé cómo terminará mi nueva meta, aún es desconocida. Lo único cierto es que dejo toda una vida atrás de 5 años de mi historia en un lugar, con unos amigos y un entorno que recordaré, y llevaré allí donde vaya, voy a añorar mucho todo esto cuando ya no esté, pero habrá nuevos amigos, nuevos sitios y nuevas experiencias que llenen mis huecos vacíos y abran nuevos. Este año ha tenido un sabor especial, por ser el final, por encontrar el afecto en alguien que podía confiar mi vida, por todos mis fracasos y aciertos; no obstante, me llevo también conmigo a Valencia algo de decepción, algunos sin sabores tanto en mi vida académica como en mi vida sentimental, es duro imaginar una vida junto a alguien y que todos tus sueños se quiebren en una noche, ni de la manera ni con las palabras adecuadas. No fue el mejor final.
Me he jurado a mi mismo no ennegrecer mi corazón, no emponzoñar mis sentimientos, nadie merece el desamor, porque el desamor tiene diferentes significados dependiendo de lo que signifique el amor, para mí, el desamor es una cuesta tan difícil de subir, un camino arduo que siempre me hace jurar no volver a amar. El amor no se elige, tonto de mí, el amor irrumpe en tu vida sin darte cuenta, y te niegas diciendo que no me volverá a pasar, lo invitas a entrar pero sólo por un rato y cuando te das cuenta ¡ni quieres que se vaya ni él se va a ir!, el amor es así, posesivo, es dominio, es una dulce embaucación. ¡Bendita embaucación!
Quiero quedarme con los recuerdos del amor, un amor tierno y bondadoso al que un día le entregué mi vida y me correspondió, que la rutina nos iba uniendo de forma inevitable. Un amor que me estimaba deshaciéndose en besos, un amor al que buscaba en la noche y abrazaba para dormir juntos para encontrar al amor de nuevo en la madrugada. Está claro que dos no es igual que uno más uno.
Le pediría al amor que perdone mis despistes, le pediría al amor que perdone mi amor sin medida, mi falta de cordura, mis errores y mis aciertos, que me perdone por ser quien soy, por ser quien es y que perdone que fuimos, y lo que quisimos ser, que perdone nuestros sueños frustrados, que perdone cuanto sufro por el amor y mis sueños que sin él no serían, que perdone mis sin embargos, y mis besos embargados que atesoro entre las palabras, entre sus palabras, entre mis promesas, que me perdone mi forma de volar y que me perdone si soñé volar de mano del amor, que perdone las espinas de lo que es amar, que perdone las realidades del amor y sus miserias, que el amor perdone su verbo, amar, que no me cansaré de pedirle al amor, perdón, por su amar incesante. Que perdone el amor, aún en la incertidumbre, la entrega de las armas para destruirme y que las utilice para protegerme.
Quizá le pida al amor perdón porque todo lo que tuviera la palabra juntos sonaba mejor porque era contigo, amor. Le pido perdón al amor porque yo ya le he perdonado aún con sus melodías dolorosas. Le pediría al amor que se perdone, que yo ya le he perdonado. ¡Perdónate amor!
Quiero que el tiempo no se acuerde, que no se pierda en el vivir esperando un corazón extraño, sacar ese sentimiento raro de amar de nuevo, pediré un deseo a ver si se me concede.
Seguramente, cuando me sienta con el valor suficiente, le entregaré aquello tan importante que compré, y que me hubiera gustado que llevara en nuestra vida juntos, que escondí donde nos cogimos por primera vez de la mano.