Carta a Alfonso

Muy querido Alfonso,

Ante todo, saludarte y que estas palabras que hoy son mías, al llegar a tus manos sean también tuyas.

Escribir una carta es un arte, pero también un grato halago. Implica que el emisor emplee su tiempo para ordenar sus pensamientos y los cristalice en forma de palabras, los dote de sentido y finalmente, cree un mensaje que es el que hoy tú tienes entre tus manos. Es, pues, una carta la entrega de un pedacito de tiempo, y sin duda, también de dineros que tuvieron a bien cobrar los servicios postales, pero también, de cariño y afecto por el receptor. ¿Qué es entonces una carta sino un bello elogio de tiempos pasados?

He de decir que el tiempo, dinero y afectos han estado bien empleados porque así lo mereces. Pensé en mil cosas que contarte en esta carta y me dije: ¿Por qué no empezar por esa frase que me regalaste? Desnudarte no te quita valor como persona.

Esta frase me resonó mucho al leerla porque, en mi caso, desnudarme no solo no me quitó valor como persona, sino que me hizo ser. Desnudarme en sentido figurado y literal me quitó no solo la ropa, sino también el miedo, los prejuicios, me quitó el sufrimiento y el odio. Desnudarme me liberó, se deshicieron todas las cosas que me ataban, me ayudo a perdonar, a vivir el presente, a vivir en paz, pero lo más importante a ser.

El ser ha sido mi trabajo de vida, la llave de todo lo que hoy soy. El ser, aquí y ahora, ha sido lo que me ha mantenido a flote en las situaciones más difíciles, en cualquier adversidad. El ser te lleva necesariamente al presente, a lo que es, a la verdad. En filosofía el verbo desnudar no puede decirse en un sentido negativo, desnudar es clarificar, mostrar aquello tal como es, sin pudor, sin moral, sin prejuicios, quitar una venda en los ojos ¿Cómo entonces podría ser negativo desnudarse?

El sentimiento del desnudo va ligado al observador. Hemos reservado el desnudo a la intimidad porque lo público nos da miedo, nos da miedo sentirnos vulnerables, nos da miedo ser. Desnudarme fue mi catarsis, podía ser feliz aquí y ahora, no tenía que postergar mi felicidad, podía sentir sin tener que pedir permiso a nadie y la búsqueda de la verdad la tenía más cerca de lo que nunca hubiera imaginado, estaba en mí mismo.

Por eso, quisiera compartir contigo, que desnudarse no te quita valor, te da un valor mayor aún.

Querido Lawrence

Pablo Picasso dibujó infinidad de cosas a lo largo de su vida, entre ellas, las palomas. La paloma de la paz fue un encargo al pintor malagueño para el I Congreso Mundial de la Paz que tuvo lugar en Paris en 1949. A partir de entonces se convirtió en un emblema y símbolo de la paz.

Aunque la Guerra Civil Española marcó profundamente su vida se convirtió en un ferviente defensor de la paz y la libertad.

Querido Lawrence,

¿Cómo estás?, quiero en primer lugar agradecerte tu hospitalidad y lo bien que me has tratado esa semana en Barcelona.

Eres una bella persona, reflexiva, atenta, y un buen amigo. Quiero pedirte disculpas por mi comportamiento, me gustaría pedirte disculpas de nuevo, lamento lo ocurrido, espero que puedas perdonarme y aceptar mis sinceras disculpas. Me gustaría que nos viéramos en México e hiciéramos las paces.

English

Pablo Picasso painted countless things throughout his life, including doves.
The dove of peace was commissioned to the painter from Malaga for the First World Peace Congress that took place in Paris in 1949. From then on it became an emblem and symbol of peace.
Although the Spanish Civil War deeply marked his life, he became a fervent defender of peace and freedom.

Dear Lawrence,

How are you? I want to first of all thank you for your hospitality and how well you treated me that week in Barcelona.

You are a beautiful person, thoughtful, solicitous, and a good friend. I want to apologize for my behavior, I would like to apologize again, I am sorry for what happened, I hope you can forgive me and accept my sincere apologies. I would like us to meet in Mexico and make up

Covid-19 (I)

Devastado, agotado, sin poder tocar nada, ni a nadie, con el miedo de contagiarnos. Todo el día esa puta mascarilla que me asfixiaba, me ahogaba y que después de varios días sus elásticos me dejaban marcas y llagas en la piel. No nos dejaron despedirnos de él, ni decirle adiós, solo recuerdo cuando le dijeron que tenían que bajarlo a la UCI, se puso a llorar.

Miré a mi madre, estaba clavándose las uñas en el brazo para no derrumbarse ante su hijo, para mostrar la mejor cara de sí misma, para no caer ante nada ni ante nadie, ser fuerte, que su familia saldría adelante, como la loba que protege a su cachorro. No paró ni un instante de decir que todo saldría bien, que mi hermano saldría de esta.

Nuestra agonía duró 12 días, me descompone y atormenta el mero hecho de pensar como fue la de mi hermano. Solo, en aquella habitación, aislado, conectado al respirador, día tras día hasta desaparecer.

Ni tan siquiera después pudimos verlo, solo nos entregaron una urna, con lo que decían que era él. Una broma macabra. Tenía la sensación de que nos estuvieran engañando, que no fuera real.

La realidad nos fue golpeando, a cada uno de una manera diferente, todo pasó tan rápido.

Delicada ciudad polvorienta

En aquella esquina de la plaza Santa Catalina, desapercibido, silencioso, aguarda al visitante Ramón Gaya. Como no podría ser de otra forma, el pintor abre las puertas de su casa, espíritu que caracteriza a cualquier murciano. Cientos, quizá miles de veces habría pasado por delante de aquella casa. Que desconocida me era aún mi propia ciudad.

No resultó ser Ramón mi preferido, y no por falta de matices ni sutilezas, ni tampoco por cantidad o calidad en sus obras. Sin embargo, encuentro en sus amigos Luis Garay y Pedro Flores otra sustancia pintoresca que me atrae.

Al margen de estas palabras y sin que estas sirvan para menospreciar ni mucho menos su vida y obra, diré que, siento admiración por muchos de sus actos, encerrados en sus textos y palabras a través de las cuales hoy me llega su potente voz, una voz profunda y sincera.

Comparto la visión de su Murcia, mi Murcia, nuestra Murcia ni levantina, ni andaluza como se puede tener la tentación de suponerla, ni tampoco mitad y mitad, como podría pensarse por su situación fronteriza. No es de Murcia el duende, sino el espíritu, el que se oculta tras la sombra del viento, de su susurro inaudible solo para aquel que sensible cierra sus ojos y admira una gloria pasada. Murcia es esa sustancia del no sequé, sin región ni regionalismo, sin carácter, amable, sincera, como el patrimonio del olvido.

Una Murcia de entonces, una Murcia de ahora, una delicada ciudad polvorienta, de una vigorosa sustancia desvaída.

El significado es de quien lo lea

Desde muy joven la literatura me suscitó gran interés. Recuerdo con rabia una clase de literatura en la que interpretábamos los símbolos que aparecían en libros de Federico García Lorca o Miguel Hernández. Unos señores, muchas veces ni si quiera era el propio autor, decían: el caballo representa la virilidad masculina, el buey como elemento humillado y resignado, el gallo es símbolo de sacrificio.

Para mí, en el momento que lees mis palabras, el texto se vuelve tuyo, evoca tu pasado, presente o futuro, evoca tus recuerdos, tus vivencias, tu mundo interior o exterior ¿Cómo podría quitar yo, el derecho de la autoría, a quien lo ha vivido como propio?, absolutamente no, el texto, en literatura, es de quien lo lee.

Un recuerdo de Barcelona

Demorando el sueño, entre desvelos de mi enfermedad, termino estas letras agradables de Silvia Suárez y Anna-Priscila Magriñá. Letras curiosas, letras atrevidas de un romanticismo catalán, de una sociedad en cursiva, luchadora, revolucionaria, cultural y singular.

Letras que me traen nostalgia de aquellos recuerdos por la ciudad condal que un día recorrí, viví y sentí. Ahora que convaleciente recorro mi casa casi sin poder salir de ella a causa del dolor pienso en un nuevo viaje. Un nuevo viaje a la ciudad de Gaudí, a la ciudad donde pintó Picasso sus señoritas de Avignon, la ciudad del Sant Pau i la Santa Creu, la ciudad del Liceu, la de Narcís Oller o Isaac Albéniz. En algún momento también fue la mía. Me tendré que recuperar un poco aún para emprender algún viaje. Pero me gustaría volver.

Lo más bonito de estas letras es recrearme en el recuerdo. Recordar calles y edificios, recordar cómo huelen las cosas, cómo se sienten las luces. Los cafés que he tomado o recorrer la ciudad en moto, coche, taxi, metro, bus o andando. Las personas que dejo atrás, las que hoy siguen conmigo. Quizá estoy un poco nostálgico nada más.

Camino recorrido

Esperando un milagro o una transformación milagrosa. La metamorfosis de la crisálida en mariposa, negando lo que fue. El pecado en contraposición al modelo de virtud, ¡Qué opaca y reduccionista visión maniquea para invalidar una parte y ensalzar otra! Pretender surgir de las aguas y negar el pasado, rechazar el óleo con el que se te ha ungido. Sin duda, dar a la parte por el todo, una visión sesgada, parcial, hacer de la estrella el cosmos. Soy uno y no la parte, la continuidad del hilo. La mejor versión de mi mismo pasa por perdonar, aceptar, dando el abrazo sincero a mi mismo, a aquello que fui pues forma parte de mi camino.

English

Awaiting a miracle or a miraculous transformation: the metamorphosis of the chrysalis into a butterfly, denying what it was. A sin against model of virtue – how blinded and reductionist the Manichean view to invalidate one part and praise another! Pretending to emerge from the waters and to deny the past – to refuse the oil with which you have been anointed. Without a doubt, to make the part the whole, a skewed view, partial; to make the start as if it were Cosmos. I am a whole not a piece; the continuity of a thread. The best version of myself begins with forgiving, accepting, giving a sincere embrace to myself – to what I was insomuch as it is part of my path.

Salento

Chéjov dijo que una frase por hermosa y profunda que sea, sólo surte efecto en personas indiferentes, pero no siempre puede satisfacer al hombre feliz o desdichado, por esa razón, la mayoría de las veces la expresión más sublime de felicidad o desdicha consiste en el silencio; el amor se comprende mejor cuando se calla y un discurso apasionado, pronunciado al pie de la tumba solo conmueve a los extraños, mientras a la viuda e hijos del difunto se les antoja frío e intrascendente.
El café es igual, su sabor y aroma cambia dependiendo del lugar y quien tengas cerca. El café es a veces amargo, y otras veces dulce. Otras veces solo quiero disfrutarlo en el silencio del sillón de mi cuarto.

Juraría haberla cerrado

Algo estaba a punto de venir como el que espera una llamada de teléfono. He comido y limpiado la casa. He tenido que apuntar en una lista que debía hacer, me costaba concentrarme. Más bien no tenía capacidad de concentración. Tenía la sensación de hacer todo mecánico como si el que lo estuviera haciendo no fuera yo, somo si yo fuera solo un mero observador.

Tomé una siesta de treinta minutos, quizás menos. Me desperté a las cinco y media de la tarde. Todo lo estaba haciendo inusualmente lento como si me pesara. Comí tarde, limpié la casa tarde, me acosté tarde a tomar la siesta, como si el día se hubiera enlentecido varias horas.

El corazón lo sentía más acelerado, como cuando camino con cierta intensidad. Una ligera dificultad al respirar. Arritmias cada diez o quince minutos. La ansiedad no paró, fue llenando todo como un grifo de agua abierto, como agua… Como agua se fue llenando todo. Las cosas centelleaban, como si brillaran más que de costumbre. No reparé en el hecho de que estaba perdiendo un poco la visión en el ojo derecho hasta que no fue más evidente. Estaba más pendiente de respirar para tranquilizarme y controlar mis pulsaciones. En mi desesperación rebuscando los cajones de mi cuarto encontré dos pastillas de Diazepam y tomé media. Cuando tenía episodios fuertes de estrés las tomaba y solía ayudarme a relajar el cuello, la mandíbula y el trapecio donde cogía una tensión brutal.

Una sensación pesimista me invadió sin poder hacer nada. Sentía que me ahogaba. Me cuestioné todo ¿Qué estaba haciendo con mi vida?, ¿era un fracasado? Todo estaba mal, mi empresa, mis relaciones, mi familia, era un iluso, un ingenuo, era un ser detestable. Empecé a odiarme sin ningún motivo. El dolor me hizo darme cuenta de que estaba clavándome las uñas y apretando los dientes. Volví al cajón y tomé la otra mitad de la pastilla.
Empecé a notar el efecto del Diazepam, aunque no como siempre. Había estado tomando otras cosas “de origen natural”. Hacía ya muchos meses que sufría ansiedad, y al despertar tomaba valeriana, salvia, laurel, tomillo, romero, y un sinfín de hierbas que fueran “relajantes” durante todo el día.

Abrumado por todo aquello me preparé un baño de agua caliente y me sumergí. Recuerdo el agua tibia y el respirar profundo para elevar mi cuerpo hasta sobresalir levemente mi pecho y luego dejarlo caer soltando el aire. Recuerdo el silencio solo roto por las vibraciones de la casa de algún vecino propagadas por el agua.

Recuerdo también sudar aun estando en el agua. Me dormí en la bañera. Me desperté frío. Temblando. El agua se había enfriado, llevaba allí algo más de 2 horas en la bañera. En lo primero que reparé fue la puerta del baño. Pensé que la había cerrado, juraría haber cerrado la puerta cuando entre a darme un baño, pero la puerta estaba entre abierta. Sentí que al otro lado alguien me miraba. Sentí su respiración detrás de la puerta. Inmóvil. Observándome. Sentí que el corazón se me paraba, volvía a latir deprisa y se volvía a parar. Esa sensación de angustia me recorrió todo el cuerpo. ¿Quién estaba en mi casa? Sentí pasos. La puerta moverse de forma apenas imperceptible.

Aparatosamente intenté salir del agua. Sentí las piernas lentas y torpes. Me estiré para alcanzar la toalla, pero se calló al suelo. Sentí haber perdido las fuerzas en las manos. Cerré la puerta rápidamente poniendo el pestillo y me vestí. Esperé unos minutos a escuchar algo en la casa, pero no oí nada.
Abrí la puerta, encendí todas las luces y miré en cada habitación, debajo de las camas, en los armarios. Aparentemente no había nadie. Escuché la puerta de casa cerrarse. Un escalofrío me recorrió toda la columna. Corrí a la entrada, pero no había nadie.

Estuve tentado de llamar a alguien, pero… ¿Quién me creería?, no era la primera vez que me pasaba, sería fruto del estrés o de la ansiedad.

Estaba muy mareado, me tumbé en la cama, tenía un dolor fuerte en el estómago y la boca seca. Tomé un trago de agua. Me faltaban fuerzas para coger la botella y se calló al suelo derramándose parte del agua. Me sentía muy cansado. Cerré la puerta de la habitación y miré de nuevo en los armarios y debajo de la cama, como era de esperar no encontré nada.
Me acosté en posición fetal para mitigar un poco el dolor del estómago, me pesaba todo, sin poder evitarlo me quedé dormido.

Al día siguiente la puerta de la habitación estaba abierta. Juraría haberla cerrado.

De Orange

Tienes una plenitud envidiable, has tenido muchas experiencias que coleccionar, tienes belleza, te sabes manejar en la vida, eres mañoso.
Mucha gente mataría a zarpazo limpio por llegar donde tú, porque tus logros no se quedan en una oficina, sino que los llevas puestos.