El amor es caprichoso y quienes te han ensalzado un día te querrán ver caer, pero si hay algo más fuerte que la envidia del devaneo caprichoso de los afectos es el poder del temor. Si has acumulado un poder suficiente y este es legítimo y se ejerce con justicia, las envidias te verán como una torre inexpugnable a la que solo los necios intentarían retar, y aunque el temor del propio poder otorga ciertas garantías, las torres siempre son de cristal, el temor es como un globo, puede ser enorme pero basta una aguja para hacerlo desaparecer. Para conservar la torre no dejes que tus enemigos la toquen, descubrirán el truco y una única afrenta dará pie a cualquier otra, los castigos ejemplares hacen torres inexorables. Pero, hay un error en toda esta cadena lógica, como dirían los religiosos, en la persecución del mal uno se aleja un poco de Dios pagando un precio, y exactamente, los castigos ejemplares suscitan venganza, y la venganza hace a los hombres necios, enloquecer hasta tal punto que dejan de temer, la venganza deslegitimiza el poder, y no hay nada más vulnerable que un poder injusto y deslegitimizado. Por eso, son necesarias las redes clientelares, amigos que harán el trabajo sucio por un poco de tu poder. Pero ¿Qué pasa con los amigos?, ¿Son de fiar o, por el contrario, son como los enemigos a los que se debe tratar con precaución? Los amigos son, si cabe, más peligrosos, son lobos vestidos de corderos, por eso, tienen que estar muy cerca, son como las ramas de un árbol, quieren crecer a partir de un tronco, absorber la fuerza central, porque aspiran a ser algo más. Los amigos son como esos árboles de las selvas, algunas ramas generan lianas o raíces, una vez se han anclado al suelo, tienen sus propios nutrientes, y de nada les sirve el tronco principal, una ligera brisa o un golpe bastan para separar la rama de su tronco. Procura que tus redes clientelares no echen raíces, que dependan de tu poder, mantén tu poder como necesario, su poder emana del tuyo.