Somos finitos, tenemos un principio y un fin, efímero, fugaz, y es en esa consciencia del momento finito de nuestra existencia, de nuestro mundo, cuando comienza el control, la previsión y la planificación.
Mi vida fluye, como el agua se escurre si no tiene un contenedor, el control es como una tubería para esa agua, el canal que dirige, forja el camino. El agua siempre tiende al mar, el control es solo el canal para llevarlo hasta él, le ayuda a conseguir su objetivo más ancestral, más primigénio.
El control también constriñe como una mano que oprime el pecho al respirar. En exceso el control estanca el agua, estanca el agua enverdeciendo el flujo natural de la vida.
Pero es también el control fuente de iniciativa, un deseo irrefrenable por tomar las riendas de la vida aún a renuncias de la felicidad inmediata.
Dejo una franja de tiempo, un espacio que aguarda a lo inesperado, a lo incierto, como una balsa a medio llenar entre el control y la incertidumbre para sentir y disfrutar plenamente de la energía que quiera entregarme la vida.