Recital poético/literario de Almería

Me gustaría compartir con ustedes 3 de mis relatos cortos, el primero «Me soñé con alas para poder volar muy lejos», el segundo «Silencio» y el tercero un fragmento de «La sombra del Coloso». Quiero tomar unos segundos, al empezar cada uno de ellos, para contextualizar porque a veces es importante para comprender su significado.

Me soñé con alas para poder volar muy lejos
20 de enero de 2011

Es de mis relatos cortos al que considero mi prosa poética más pura, lo escribí el 20 de enero de 2011 cuando tenía 18 años, empezaba a vivir en Cartagena, sería una estancia de 4 años, lleno de ilusiones, de esperanzas, de sueños y amores. Pero también lleno de rabia, odio y frustraciones propias de la edad. Vitalidad y melancolía todavía son dos características que me acompañan.

¿Quién era aquella que te amó en el sueño mientras dormías? ¿Cuándo volverá este aliento de recuerdo amargo a tus labios? ¿Dónde está el calor tan cercano que se deposita en un rincón de la cama?

Luces de septiembre, y tan triste, que ignorando que existe la luz en la calle vuelas a un horizonte lejano; te pierdes entre suspiro y suspiro, un instante hecho verso, pues te queda tanto por delante. Tus ojos no lo ven pero tu corazón lo siente, en el fondo, en el pecho, un palpitar que no cesa, intenso, profundo, que se sale para exclamar, y exclama que no se pueden poner puertas al campo, que los caminos llevan a lugares insospechados, que por lejos que esté, la vida grita, grita y grita sin control.

Me encuentro libre, me encuentro dueño, soy, soy y soy, porque estoy lleno, lleno de una inmensidad que me abruma a la que recibo con los brazos abiertos. Compañera, compañera, cuéntame y déjame que te cuente, pues tenemos que hablar de muchas cosas, la otra noche, el otro día, me soñé, me soñé con alas para poder volar muy lejos, y… y el mar me llenaba, me fundía con sus olas, me integraba en un perfume salitre para convertirnos en uno, para decir jamás y nunca y para exclamar: siempre.

Para siempre fue perderte, compañera, que tenemos que hablar de muchas cosas, compañera del alma, que los libros vuelan errantes en el cielo, y sus saberes, y sus letras, y sus poemas, y sus versos eran tristes con la lluvia empapando sus lamentos, pero nada fue tan triste como volver, volver a aquel recuerdo anodino, de aquella ciudad, de aquel mundo, de aquel cielo y tiempo que siempre me recuerdan:

¿Quién era aquella que te amó en el sueño mientras dormías?

Hoy no lo sé, hoy me he marchado, hoy he olvidado este recuerdo que, por bello, no es de mi agrado, porque, la otra noche, la de septiembre de hace años, me soñé, me soñé con alas para volar muy lejos.

Silencio
31 de enero de 2019

El segundo relato que quiero compartir es «Silencio», una inspiración y tributo a María Cegarra Salcedo, unionense, apasionada de letras y ciencias que me ha dejado uno de los regalos más bellos, el valor del silencio. Llevaba poco tiempo en Barcelona, y cuando llegas a un sitio, yo siempre pongo en una balanza lo que dejo atrás y lo nuevo. Este fue uno de esos momentos.

He perdido hasta el silencio. He perdido hasta ese silencio tan repleto. ¿Para qué los sonidos, lenguajes, voces si tan solo quiero silencio?

Un camino desbordado, atropellado, rebosante, un abrir y cerrar de puertas. Estremecido por un pitido intermitente y un suspiro mecánico siento como fuerzas me empujan sin pretensión alguna.

He perdido hasta el silencio, mi poema de ausencias, el grito sordo de la noche en el túnel. Acércate a mí, viento que mi impaciencia sosiega. Alguna vez vinieron mas se marchan, acércate, aquí, pues he perdido mi silencio.

Fragmento de La Sombra del Coloso
17 de octubre de 2018

La última, un fragmento de «La sombra del Coloso», una aventura temática y estilística, donde cuidé cada detalle, cada palabra, revisión tras revisión de mi forma de escribir, de sentir, de interpretar sentimientos, imágenes y vivencias para plasmarlas sobre el papel.
Varios meses de trabajo meticuloso, incluso hasta la extenuación que me hizo llevarme más allá de mi límite y capacidad.

[…] Dos Españas me han amado y ¡Cuanto amar han derramado que el perdón aún no ha surgido!, ninguna de las dos encuentra alivio, y yo, viajero de estas almas, que yacen aquí heridas, suspiro, como coloso de la sombra, atenazado al suelo.

Perseguido un hombre por un gigante sin rostro le dio caza, un estallido le atraviesa el cuerpo y cae a mis pies dando un golpe seco contra el suelo por único sonido. El gigante se desvanece y se pierde entre el río. Lo contemplé como inmóvil se ataba a la tierra, como yo en algún tiempo también lo hice.

Después de cien noches de luna un manto de silencio camina lento sobre él, lo arropa del frío de la noche. No vinieron a buscarlo, quizá nadie recuerda el cuerpo de aquel caído, por el tiempo, el agua y el sol enverdecido.

Sobre las amapolas de su camisa blanca hoy raída, se posaron miles de luciérnagas, cientos de miles de luces verdes y amarillas como un destello intermitente de magia y misterio. Un hechizo de los rumores de la noche, entre grillos y sierpes que entre las sombras se ocultan y de sus formas solo se reconoce el sonido.

En mi sombra, su cadáver, víctima de una mole, de un gigante envilecido, allí sigue, pero de su boca brota un vapor de vida, la verde luz de la aurora, el amanecer de una nueva época alimentado por entrañas y sangre del macilento torso. Un nuevo brote de vida, sano y erguido, que es luz en mi penumbra, destellos de plata, suave y tersa madera joven.

Ya no reconozco aquel hombre que un día estuvo tendido en el suelo, solo veo un compañero de mi misma sangre, de mi misma piel que se alza al cielo con sus ramas. […]

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