Devastado, agotado, sin poder tocar nada, ni a nadie, con el miedo de contagiarnos. Todo el día esa puta mascarilla que me asfixiaba, me ahogaba y que después de varios días sus elásticos me dejaban marcas y llagas en la piel. No nos dejaron despedirnos de él, ni decirle adiós, solo recuerdo cuando le dijeron que tenían que bajarlo a la UCI, se puso a llorar.
Miré a mi madre, estaba clavándose las uñas en el brazo para no derrumbarse ante su hijo, para mostrar la mejor cara de sí misma, para no caer ante nada ni ante nadie, ser fuerte, que su familia saldría adelante, como la loba que protege a su cachorro. No paró ni un instante de decir que todo saldría bien, que mi hermano saldría de esta.
Nuestra agonía duró 12 días, me descompone y atormenta el mero hecho de pensar como fue la de mi hermano. Solo, en aquella habitación, aislado, conectado al respirador, día tras día hasta desaparecer.
Ni tan siquiera después pudimos verlo, solo nos entregaron una urna, con lo que decían que era él. Una broma macabra. Tenía la sensación de que nos estuvieran engañando, que no fuera real.
La realidad nos fue golpeando, a cada uno de una manera diferente, todo pasó tan rápido.
La realidad nos fue golpeado …que fuerte!