Recibir el infierno y entregar el cielo. Prólogo

Las montañas dicen cosas que no queremos escuchar y el viento susurra entre los árboles. En el horizonte un amarillo se torna rojizo, el rojizo en purpúreo y el purpúreo en un azul misterioso mientras el sol se oculta y duerme más allá de lo conocido.
Las luces en el confín del mundo, y allí, más allá de las montañas, a lo lejos, tintinean lucero tras lucero un mosaico de velas. Y son estas cosas hermosas del mundo melancólicas y tristes.
La noche acaece y las sombras se apoderan de todo, la luz se desliza entre las ramas y los rumores de la noche se camuflan en todos los rincones. Pero también la noche parece melancólica, y el cielo refleja como realmente soy, azul.

Con la misma mirada sigo contemplando todo, y en su transcurso, miro y espero una promesa que no ha llegado, que me aparte de todo, que me haga renunciar a la muerte y perderme en esa promesa.
Una promesa callada y ausente, a mi lado, igual a mí y como en un espejo reflejada, oscura, melancólica y azul, que viva por mí, que viva sin mí y conmigo.
Una compañera que viva mis ensoñaciones, cosas que nunca sucedieron, amores que nunca tuve, sueños perdidos, verdades que nunca fueron y me mienta.
Una mentira que me empape, que me haga volar de nuevo, que me haga vivir en un castillo de aire y me devore el alma.
Enamorarme de nuevo de la vida, no volver a estar triste, no sentirme solo ¿quizá sea sólo un deseo irrealizable? Vivir siempre esperando a que llegue algo, a que suceda algo y buscarlo día a día, y caminar, y saber que nunca llegará y ¿Aún así seguiré volando? ¿Por qué si tengo todo lo que quiero sigo buscando? ¿Qué me falta? ¿Qué no he encontrado? ¿Qué quiero de mí? ¿Qué quiero para mí? ¿Qué me entristece? ¿Cuál es mi objetivo?

Todos jugamos un papel en este mundo, en este cosmos de incertidumbres, pero le falta alma a las cosas que hago, le falta espiritualidad, me falta pasión.
Tanto tiempo ha pasado pero siento que en lo más profundo de mi ser hay algo que no funciona, algo que no concuerda, una pieza que no encaja, que tampoco encaja en mi mundo. Siento que me he nutrido de mis oscuridades y las he potenciado; me han hecho fuerte y con ellas he seguido mi camino; mas hoy me miro, me paro y reflexiono, he llegado muy lejos, aún me queda mucho por recorrer, pero ¿No será el momento de recorrerlo de otra forma, cambiando cosas, con otro sentido de la vida, de todo lo que sucede a mi alrededor?
Tengo miedo, y me gusta esa sensación incontrolable de lo desconocido, que sucederá después; la sensación al tirarse a un vacío sin fin, cuando te sumerges en el agua y aguantas hasta suplicar una bocanada de aire o cuando lo exhalas en un orgasmo, cuando el sufrimiento te apuñala o la fe te devuelve las esperanzas y el consuelo.

La visión crítica, incesante, para no desaparecer en la rutina, luchar siempre, no conformarme, recibir el infierno y entregar el cielo, no vale con intentar, hay que ser.

Será en ese momento cuando escucharemos lo que las montañas querían decir y el viento callará sus palabras entre los árboles. Y lo que duerme más allá de lo conocido despertará mientras un azul misterioso torna purpúreo, y el purpúreo en rojizo, y el rojizo en amarillo para alzarse en el cielo.

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