Aún oigo los latidos de aquella bestia tras la puerta, araña con sus uñas la madera para escapar hasta que sus manos sangran. Aislada de todo todavía sobrevive como si de una fuerza oscura y macabra se alimentara manteniéndola con vida. Al acercarme siento como palpita su negro corazón, y ella, siente mi presencia, lo noto, al otro lado de la puerta. Fúnebre entre tinieblas jurándose salir. Su prisión no dura mucho. Como un delirio onírico, apesadumbrado y taciturno se desvanece cada noche a las profundidades del bosque, en su búsqueda interminable hacia la oscuridad que la humanidad engendra. Deshaciéndose entre la niebla escapa, pero las sombras son efímeras y el sin cara vuelve a su celda al alba y allí permanece hasta que termina el día, allí se oculta ese monstruo como aquello que guardamos y jamás queremos verlo escapar.
James Newton Howard – The Gravel Road