Aciago el mundo que nos toca, donde las armas en los países «desarrollados», junto a las guerras y los fusilamientos los vemos como algo lejano y de otras regiones del mundo. Pero en realidad, solo una metamorfosis ha cambiado su forma, y ésta, los camufla ante nuestros ojos, ante nuestra sociedad, instituciones, calles y ciudades, lo que los hace aún más peligrosos, fusiles que son las manos de los hombres, y las balas, las mentes envenenadas de aquellos que bajo el yugo de la sin razón aniquilan toda esperanza, toda democracia, toda libertad y bondad del mundo.
Ante esta violencia, predadora y convulsa de opresión intelectual, la voracidad de la idea ante la idea del propio pueblo oprimiéndose a sí mismo, se instala el pesimismo. La naturaleza humana puede concurrir de muchas formas y tiene presentaciones desastrosas. Cuando la dejamos aflorar en su parte perversa, y ciertamente la tiene, la vergüenza para la humanidad se instala como pesimismo respecto a lo que somos capaces de hacer o no hacer.