Diversidad

No hay viento favorable para quien no sabe a qué puerto se dirige. Algo así venía decir Séneca, durante mucho tiempo había tomado esas palabras como estandarte personal. Tienes que tener las cosas claras, tener un destino fijo, bien encauzado, un camino recto, sin titubeos, firme, siempre firme.

Hoy, con algunos años más a las espaldas, no demasiados, pero algunos son, creo que ya no siento esa frase como propia. He luchado, he vencido, he sido derrotado, me he caído y levantado. Un día tuve las cosas claras, ¿por qué hoy no?, ¿por qué hoy siento que todo me da vueltas?, ¿Por qué hoy siento que nada es como creía? Para llegar de A a B, no siempre la línea recta es el camino más corto, o al menos no el más enriquecedor. Si no me hubiera dejado mecer por el viento, si no me hubiera dejado llevar por esos misterios que encuentras en los muchos senderos por los que uno camina no hubiera llegado hasta aquí. No sería lo que soy, no sentiría lo que siento.
Hoy dejo atrás 6 meses, una muesca en el recorrido de una vida, pero 6 meses de felicidad, de dificultades y alegrías, 6 meses de lucha, sacrificio pero también de recompensa y fruto.

Me llevo mucho, y por más que intentara contener con mis brazos, mi corazón o mi mente cada recuerdo, cada experiencia o cada sentimiento no podría porque desbordarían hasta derramarse.

Cuando empecé a trabajar en el centro de discapacidad intelectual me dije, ¿De verdad estás haciendo lo correcto?, ¿Qué haces tú aquí?, tenía muchos prejuicios, veía un entorno que no tenía nada que ver conmigo, veía algo extraño, tenía verdadero miedo, estaba aterrado, ¿Qué hacía un ingeniero agrónomo aquí?
Los días fueron pasando, mis prejuicios iban desapareciendo, cada usuario y trabajador del centro era un pájaro que iba quitando un pedacito de esa venda que tenía en los ojos, una venda que me impedía ver la belleza del mundo, la belleza de lo diferente, de aquello que se esconde, que nos es oculto.

Cada día era diferente, desde que salía de mi casa hasta que volvía a ella, con cada ciezano, abaranero o blanqueño. Pasé de desconocer mucho de mi propia tierra a conocer algo más de ella, ver la floración de Cieza, el Segura pasando por la Vega Alta, o la Atalaya siempre vigilante.

He aprendido mucho de vosotros cada día, con cada abrazo, cada mirada cómplice, cada risa y cada llanto, con cada pelea y cada arrebato que surgen de un corazón que late y necesita ser escuchado, compartido y sentido por otro corazón que sepa escuchar, compartir y sentir cada latido.

Hoy que me voy hago acopio de todo lo que llevo en mi maleta, una sonrisa en los labios como recuerdo de lo vivido y de lo que dejo, un soplo de aire favorable me lleva, volveré a dejarme mecer por el viento, no sé a dónde, no sé a dónde se dirige.

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