Ante las tinieblas a las que se avoca mi país soy incapaz de permanecer impasible. Callar a veces equivale a mentir y es ahora cuando la palabra toma su mayor valor para que mi silencio no sea interpretado como aquiescencia.
Un día oscuro para España porque hoy es el día del fracaso de la política, el diálogo y la razón. La preocupación deja paso al miedo y la desesperanza. Una nación gloriosa que no debe olvidar su sustrato, la conciliación del dolor de una España arrullada por la guerra, el hambre y la miseria.
No quiero ver a mi nación consumida por las llamas del odio, prefiero que siga siendo una historia terrible pero superada del pasado de este país.
Guerra de trincheras en donde el pueblo se lanza a pecho descubierto, un pueblo embelesado por palabras de rabia de quienes no conocen las secuelas de la guerra.
Es ahora cuando más importancia tiene hacer verdadera política y donde la propia clase intelectual tiene que volver a dotar de coherencia los discursos pronunciados. Apelo también a la humanidad de cada español que ante el sufrimiento ajeno ha tendido siempre la mano, a dado su pan aún a renuncia del propio y que se caracteriza por su empatía.
Que la súplica de la razón llegue para interponerse ante las palabras envenenadas de la mala política. Hay que tener optimismo y no dejarse arrastrar por el miedo, es hora de ser valientes, de acercar posturas, ser moderados, aprender a escuchar y solo así vencerá el diálogo.
La piedad siempre será mejor que la violencia, la compasión siempre será mejor que el grito y porque hay mucho más que nos une que nos separa.