Conciencia de muerte

Buenos días a todos, ya ha pasado más de un mes y quiero, necesito, dar una explicación del proyecto en el que he estado trabajando, trabajo y seguiré trabajando. Y, antes de nada, aclarar que mi familia está bien y mi hermano vive, afortunadamente.

Quiero aclarar que no soy psicólogo y de lo que hablo es mi propia experiencia, pediros que si tomáis la decisión de emprender alguna terapia lo hagáis preferiblemente con el asesoramiento de un profesional.

Bueno dicho esto, quisiera hablaros de un montón de cosas, como he vivido el pre-proceso, proceso y post-proceso, pero me centraré en 3:

  • La conciencia de muerte
  • El segundo de coraje
  • Análisis, objetivo y cambio

Os voy a empezar comentando la primera que es la conciencia de muerte. La conciencia de muerte fue realmente lo que me hizo dar el paso a compartir este proyecto, sino probablemente se hubiera quedado para mi fuero interno. La conciencia de muerte nos permite ser conscientes de la finitud de nuestro mundo, las relaciones, las cosas materiales, todo lo que nos rodea, esto cuando es considerado como un proceso natural, nos alivia del sufrimiento de la perdida, la muerte es una parte más de un todo. La segunda es valorar aquello que nos es finito, valorarnos a nosotros mismos, a los demás, valorar lo que tenemos, nuestra casa, comida, cama, luz, el sol, la naturaleza. La conciencia de muerte fue mi pulsión para desarrollar un cambio, cuando se nos pregunta ¿Y si murieras hoy?, automáticamente, atormentados, buscaríamos hacer mil cosas, reparar todo el daño que hicimos, y vivir plenamente.

Aparejado al momento de sentir la muerte, está el segundo de coraje, la segunda parte de la terapia, si sentimos la muerte cerca, tenemos una excusa para vivir, pedimos perdón, llamamos, hacemos, decimos, nos damos permiso para sentir. La conciencia de muerte nos da conciencia de vida, nos permite vivir, porque elimina el miedo, la duda, la vergüenza, el orgullo, ¿Pero y si no me muero mañana?, aquí es donde está el segundo de coraje, ser valientes para vivir, para llamar, para perdonar y perdonarnos, para amar, para ser libres y para vivir en plenitud. El segundo de coraje es tomar las riendas de nuestra vida y no dejarse mecer a las reacciones de los demás y de nuestro mundo y establecer prioridades.

Por último, es el análisis, el cambio y el objetivo, desde mi propia experiencia. El análisis consistió en ver cuales eran mis propias carencias. La primera fue el sufrimiento, algunos ya conocéis que el dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional, no me extenderé demasiado pero el dolor sería caerse y sentir el dolor de la caída, y el sufrimiento es la ansiedad, la angustia, que va aparejada o no a ese dolor, me he caído, no quiero que mis padres se enteren, ¿se infectará la herida?, ¿Podré volver a caminar?, ese es el sufrimiento. Me cuesta mucho vivir sin el sufrimiento, porque siento que tengo que pagar por todo aquello bueno que me pasa.. Este punto está muy relacionado con el segundo punto que es la imposibilidad de disfrutar, cuando ya he conseguido algo, voy en busca de otra cosa porque no me permito el gozar de lo conseguido, y aquí están los otros dos, la autoexigencia y en consecuencia las relaciones tóxicas.

Los objetivos son dejar de sufrir, no vivir atormentado, no boicotearme a mi mismo, no postergar la felicidad, el disfrute, puedo ser feliz aquí y ahora, no ser anticipador de desgracia.

Aprender a estar feliz, aprender a buscar la felicidad todos los días, aprender a dar las gracias, aprender a valorar, permitirme ser, a veces más fuerte, otras más vulnerable, incluso cuando estoy cabreado, furioso, no vivir contenido. Buscar la paz y la plenitud, no significa estar en calma, o estable, me gusta el cambio, el movimiento, el hacer mil cosas, pero estando bien conmigo mismo. Y, por último, aprender primero a escuchar y comprender y después ser comprendido, la comunicación como eje vertebrador para tener relaciones más sanas.

El cambio es este, trabajarme y trabajar en mis relaciones y aunque me ha costado mucho el hablar de una cosa tan íntima, creo que es un buen ejercicio el perder el miedo al ridículo, mostrarme como soy, sincero, transparente, y a veces vulnerable, gracias.

Covid-19 (II)

Los días han ido pasando. Hemos dado negativo en las PCR. Su cama sigue vacía junto a la mía. En la misma habitación. Cuántas veces me ha molestado su música, que me distrajera al estudiar, nuestras infinitas peleas, su luz encendida hasta tarde. Todo lo que un día me hubiera molestado, ahora me aterra pensar que nunca más lo tendré. Siento como su recuerdo lo devora la tierra. Su presencia, su voz me golpean cada vez que entro en la habitación.

Todavía me cuesta aceptar que no esté, siento como si se hubiera ido de viaje, y que en cualquier momento entrará por la puerta y tirará sus zapatos y su mochila al suelo.

Cuando estoy estudiando, con el ordenador o con el móvil sigo girándome para enseñarle cualquier tontería, un meme, una idiotez de Whatsapp o Instagram, pero su silla está vacía y tampoco está tumbado en la cama. Un nudo se me forma en la garganta.

Cuando me voy a dormir, saber que no está me asusta. Tengo miedo de su ausencia y eso me consume muchas noches. Miedo al silencio. Siento que mi madre también comparte ese miedo. Miedo a callar. Miedo a hablar. Miedo a no saber que decir ni cómo actuar. Tampoco sabría que decir si estuviera en su lugar. Silencio.

Mi madre ha decidido dejar la radio puesta en la cocina para romper ese eco sordo que desde aquel día que mi hermano murió se estanca por toda la casa. Agradezco ese rumor que rompe el silencio que a los dos nos pesa. Ese rumor es el diálogo que ninguno de los dos nos atrevemos a pronunciar.

Covid-19 (I)

Devastado, agotado, sin poder tocar nada, ni a nadie, con el miedo de contagiarnos. Todo el día esa puta mascarilla que me asfixiaba, me ahogaba y que después de varios días sus elásticos me dejaban marcas y llagas en la piel. No nos dejaron despedirnos de él, ni decirle adiós, solo recuerdo cuando le dijeron que tenían que bajarlo a la UCI, se puso a llorar.

Miré a mi madre, estaba clavándose las uñas en el brazo para no derrumbarse ante su hijo, para mostrar la mejor cara de sí misma, para no caer ante nada ni ante nadie, ser fuerte, que su familia saldría adelante, como la loba que protege a su cachorro. No paró ni un instante de decir que todo saldría bien, que mi hermano saldría de esta.

Nuestra agonía duró 12 días, me descompone y atormenta el mero hecho de pensar como fue la de mi hermano. Solo, en aquella habitación, aislado, conectado al respirador, día tras día hasta desaparecer.

Ni tan siquiera después pudimos verlo, solo nos entregaron una urna, con lo que decían que era él. Una broma macabra. Tenía la sensación de que nos estuvieran engañando, que no fuera real.

La realidad nos fue golpeando, a cada uno de una manera diferente, todo pasó tan rápido.

La educación de pleno derecho

Hace unos días volví a escuchar un argumento muy popular en el mundo de la educación, entre los profesores. El argumento era “en el colegio, el instituto o la universidad no se puede enseñar todo”. Aparentemente, el argumento era lógico, todo no sé puede enseñar, pero ni en el colegio, ni en el instituto, ni en ningún lugar, porque eso significaría tener la capacidad de poder adquirir todos los conocimientos, y eso, es imposible.

Este argumento ad logicam (los gatos tienen pelo, mi gato tiene pelo, entonces es un gato), muy típico de los discursos falaces (no se puede dar todo en el colegio, ya se están dando otras materias, entonces esto no debemos darlo) suele ir aparejado a otros dos, o bien el argumento ad vericundiam “así lo dijo Euclides”, argumento que nombra algún autor relevante para la temática… o a veces no. O bien el argumento ad populum “es sobradamente conocido”, “la mayoría lo hizo así”.

Cuando escucho este tipo de argumentos una bombilla roja y una alarma suena dentro de mi cabeza. Los verdaderos sofistas tienen argumentos más retorcidos desde la dialéctica para confundir a uno, no obstante, en nuestros días, la bajeza intelectual está a la orden del día, ya sea con personas corrientes, de a pie, o con políticos, catedráticos o intelectuales, o supuestos… intelectuales.

Recomendaría a cualquiera que desee formular un argumento lógico, descarte el construir el corpus de sus ideas aplastando contra ellas este tipo de falacias.

Sin desarrollar mucho más esta introducción empezaré desmenuzando el siguiente argumento “esa parte de la educación la deben hacer los padres en sus casas”. Podemos usar la particularidad para ver como ese argumento se cae, al menos en algunos casos. ¿y si el menor no tiene padres?, este sería el primer caso que se desmorona el argumento, si el menor no tiene padres, no hay enseñanza que se pueda dar con ellos, por tanto, enseñanzas como los principios de la amistad, el respeto, la comprensión, la inteligencia emocional, bueno… un sinfín de principios que pueden enseñarse o no dentro del contexto familiar, no serían trasmitidos por los progenitores al carecer de los mismos.

Imaginemos ahora, que el menor sí tiene progenitores, pero estos están en lo que llamamos “familia desestructurada”, o bien los padres existen y se han desentendido del menor, o múltiples ejemplos en los que un menor puede verse inmerso y perjudican su desarrollo de principios al no ser estos trasmitidos.

Ahora bien, imaginemos, que el menor tiene padres, pero estos le inculcan otros principios, erróneos, que pueden perjudicar al menor y a su entorno.

Estos tres argumentos desbancan el “esa parte de la educación la deben hacer los padres en sus casas”, pueden no existir, puede existir, pero desentenderse de su educación, y pueden existir y enseñarle erróneamente.

Me gustó una definición que dice “La educación sirve para desarrollar a un ciudadano de pleno derecho, que pueda vivir una vida digna, desarrollando todo su potencial físico y cognitivo” la educación tiene que ser un instrumento por el cual una persona pueda llegar a ser un ciudadano integro e integral. Sin meterme más en la cuestión de qué es educación, querría plantear lo erróneo de una educación en la que los principios universales, sin entrar a definir cuáles son, no estén integrados en la educación o al menos en la educación obligatoria.

Delicada ciudad polvorienta

En aquella esquina de la plaza Santa Catalina, desapercibido, silencioso, aguarda al visitante Ramón Gaya. Como no podría ser de otra forma, el pintor abre las puertas de su casa, espíritu que caracteriza a cualquier murciano. Cientos, quizá miles de veces habría pasado por delante de aquella casa. Que desconocida me era aún mi propia ciudad.

No resultó ser Ramón mi preferido, y no por falta de matices ni sutilezas, ni tampoco por cantidad o calidad en sus obras. Sin embargo, encuentro en sus amigos Luis Garay y Pedro Flores otra sustancia pintoresca que me atrae.

Al margen de estas palabras y sin que estas sirvan para menospreciar ni mucho menos su vida y obra, diré que, siento admiración por muchos de sus actos, encerrados en sus textos y palabras a través de las cuales hoy me llega su potente voz, una voz profunda y sincera.

Comparto la visión de su Murcia, mi Murcia, nuestra Murcia ni levantina, ni andaluza como se puede tener la tentación de suponerla, ni tampoco mitad y mitad, como podría pensarse por su situación fronteriza. No es de Murcia el duende, sino el espíritu, el que se oculta tras la sombra del viento, de su susurro inaudible solo para aquel que sensible cierra sus ojos y admira una gloria pasada. Murcia es esa sustancia del no sequé, sin región ni regionalismo, sin carácter, amable, sincera, como el patrimonio del olvido.

Una Murcia de entonces, una Murcia de ahora, una delicada ciudad polvorienta, de una vigorosa sustancia desvaída.

Quaestio focus

Dotar de sentido al mundo. Mi mundo. Absurdo diálogo. Buscar aquello que no necesito. Un viaje que me lleva al punto de origen. Llamar a la puerta desde donde despedí mi partida. Giro de 360º. ¿Bañarme en el mismo río? ¿Quizá fuera otro?. Otro enfoque. Otra perspectiva. Otra aproximación a la cuadratura del círculo. Negar que la luz tiene diferentes reflejos en el cristal.

Me dijeron que abriera los ojos, que estuviera despierto, que observara. Me dijeron que callara y callé. Me dijeron como vivir y obedecí. Incapaz de ver. Incapaz de sentir. Ciego. Cierro los ojos. Tengo miedo. Una respiración profunda. Allí estaba. Lo que simplemente era. Comenzó a ser.


Brisa de mar

Soy el sol. Su destello en mi cara. Soy sal. Su salitre en mi piel. Soy mar. Rumor del abismo. Soy náufrago. De cualquier barco hundido. Soy gaviota. Mecido por el viento. Soy huella. De arena borrada por las olas. Soy. Y dejé de ser. No soy. Y cuando jamás pensé volver a ser. Fui.